René Clair un director francés en su momento aclamado y admirado,
llegando a ser miembro de la Academia Francesa, pero que hoy ha sido
prácticamente olvidado, lo que extrapolado a la actualidad plantea cuántos
famosos cineastas y escritores actuales se recordarán dentro de unos años, por
culpa de estar sometidos a la tiranía de la fama inmediata.
Clair en sus películas supo emplear el espacio cinematográfico de una
forma espectacular, sobre todo, en títulos como “Bajo los techos de Paris”,” El millón, que comienzan con
dos fantásticos movimientos de cámara sobre París y “Viva la libertad” en la que aparece una moderna
fábrica que ha sido reproducida en libros de arquitectura, las tres con
decorados creados por el genial : Lazare Meerson.
La idea de cómo concibe una película es muy interesante, puesto que en términos
generales una obra cinematográfica puede ser comparada con la construcción de
casas. Es muy raro que un arquitecto construya
una casa o cualquier otra cosa por la satisfacción única de su impulso creativo.
Como un cineasta, un arquitecto debe tener en cuenta los gustos de sus clientes,
no trabaja solo, sino con numerosos colaboradores, cuya ayuda le es
indispensable, y está limitada por los medios materiales a su disposición. Todo
esto hace imposible que un arquitecto, como un cineasta, eluda las reglas de una
profesión que está relacionada tanto con el arte como la industria; cada parte de
esta doble naturaleza tiene sus propias características, que no pueden reducirse
a un denominador común.
De esta forma los técnicos se encargan de crear los espacios cinematográficos,
en vez de denominarse “decoradores” como se llamaban en Francia en aquella
época, se denominen “arquitectos”.
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