domingo, 3 de julio de 2011

Anticristo: Una sensibilidad misógena del director


Al ver esta cinta de alguna manera pude extrapolar esa misogenia a toda una sociedad y su devenir histórico, marcado por la presencia patriarcal de la cosmovisión cristiana en el pensamiento occidental.
Para Lars von Trier, el cine equivale a una constante provocación.Todo lo que escribe y dirige es sólo para sí mismo. Sin hipocresía hizo evidente una motivación primera en
cualquier impulso creativo.
Para el cineasta danés, la experiencia cinematográfica involucra empujar los límites, además de dosis de terapia, ironía y catártica violencia física y emocional. Todo sin pausa y presentado en estilo crudo, tal como ocurre en “Anticristo”, la película que desde hace un par de años ha dividido a la crítica entre aplausos y risas burlonas y que, por supuesto, costó que llegara a las salas chilenas.
La cinta está rodada básicamente en un departamento y en una cabaña en el bosque, el filme tiene sólo dos protagonistas, Él (Willem Dafoe) y Ella (Charlotte Gainsbourg).
Ambos forman una pareja que pierde a su pequeño hijo (en una escena que parodia lo peor de la publicidad y no se priva de un plano porno) y que, como una manera de sanar ese profundo dolor, se somete a una dinámica introspectiva y mutuamente destructiva que explora sus miedos más intensos. Una melodía de Händel, cantada por una contra alto femenina, le dan el sello barroco al inicio y el fin de esta película.
La premisa, sin duda, ofrece interés. Lo que genera controversia es la manera en que ésta se pone en escena, con división en tres capítulos (Pena, Dolor y Desesperación), mutilaciones genitales, pasajes "gore" derechamente inspirados en películas de horror B y hasta un zorro ensangrentado que aparece para decir en inglés, “El caos reina”.
Sin embargo, acaso lo que más escándalo causa es la sensibilidad misógina del director.
Aquí la mujer es origen de todos los males y, si bien el viaje hacia la locura de Charlotte Gainsbourg –junto con ser de un admirable riesgo actoral- se entiende como el choque de Von Trier con sus fantasmas, su mirada hacia lo femenino es demasiado oscura, si no derechamente torpe, como para aspirar a ser tomada en serio en pleno siglo XXI.
Con lo recién expuesto viene de la mano una nueva polémica, el
momento en que el cine deja de ser el prototipo de la bien intencionada
entretención o de la mera reflexión contemplativa, para convertirse en una experiencia visual (cosa que viene ocurriendo desde hace tiempo en el cine deautor) en la cual, la mediatez sensorial es fundamental. Dato neurálgico para ver esta película de Lars Von Trier.

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