Al tratar de escribir sobre un director importante en la
cinematografía mundial, el nombre que se
me vino a mi mente fue el griego Theo Angelopoulos,más aún al ver la cinta "El
Paisaje en la niebla", me quedó claro que estoy ante uno de los grandes poetas
del cine, sus obras dotan de un manto poético y metafórico que muy pocos
directores han logrado alcanzar hasta el día de hoy. Su realidad vista desde el
dolor y la poesía, es un claro augurio de su gran talento como director y como
poeta,un verdadero amante de la vida y sin lugar a dudas del cine. Sus
historias se centran en personajes profundos en busca de algo. Detrás de las
elegías que sus personajes padecen, siempre hay algo en la vida que resulta ser
un gran tesoro, para algunos puede resultar algo cotidiano o sin peso
emocional, pero para un poeta es señal
de vida, de sueños, de poesía y puede resultar un gran tesoro .A su haber tiene
grandes títulos como: El paisaje en la niebla, El paso suspendido de la cigueña, La mirada de Ulises, La eternidad y un día..etc.
En la cinta El paisaje en la niebla la cámara se mueve como la
mano de un poeta que escribe y la lectura simbólica no es un guiño para
iniciados,sino una profunda, bella y introspectiva reflexión sobre la condición
humana a través de largos y minuciosos planos secuencias. Es una crónica plena de la niñez camino a la edad adulta, pero
también como reproducción de la inalcanzable felicidad prometida por una Europa
tan solo presentida a quienes quedaron huérfanos de su propia y envidiable
civilización helenística. La sensación de derrota, fracaso y soledad de los
distintos personajes se acentúan con el paisaje, que adquiere aquí toda su real
dimensión ideológica, mostrando plantas e instalaciones industriales totalmente
en ruinas, pero no los restos arqueológicos de la cultura griega, sino las
mismas ruinas de la modernidad. La realidad muchas veces resulta abrumadora y
demoledora de los sueños.
Angelopoulos logra todo esto de una manera como siempre magistral, ingresándonos y haciéndonos
partícipes del viaje de estos niños inocentes en un mundo completamente
desangelado y desbastado por la modernidad. Somos sus ojos y sus guardianes,
tanto nos hace comprometer con ellos que cuándo estos sufren, nosotros como
espectador lo hacemos al sentir un punzante sentimiento de impotencia. En el
cine de este maestro griego la música es una parte existencial de sus poesías,
esta se acopla a la historia logrando una majestuosa armonía. En este caso la
banda sonora a cargo de Eleni
Karaindrou, quién resulta ser su compositora por excelencia de
todos sus filmes logra fusionar dentro de ella la ternura e inocencia de
notas suaves y melancólicas con la notas de la latente perversión que emanan
los tensos violines que cada tanto interrumpen la dulce melodía.
En definitiva cada film que nace de este nombre, es garantía de
un sublime deleite poético, es una oda a la vida. Es admirable cómo el
minimalismo de este director puede apelar a nuestros más profundos
sentimientos, dejándonos una huella perdurable en el tiempo. Theo Angelopoulos tiene el
impresionismo minucioso de un pintor, amalgamado con la profundidad suntuosa de
los grandes poetas
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