Esta cinta trasandina,
narra la historia de Verónica, una mujer salteña, dentista de profesión, que
tras un accidente en auto y luego de superar el shock inicial, queda en un
estado de confusión y de pérdida de la memoria que aparentemente no le impiden
seguir desenvolviéndose con naturalidad en su ambiente cotidiano.
Con un peculiar estilo cinematográfico de la
directora argentina Lucrecia Martel, que luego de tres películas es reconocido
ya como el sello Martel: una cámara ágil y movediza, un juego con los
encuadres, el desenfoque y el fuera de campo; una densidad sonora importante; y
una presencia de los cuerpos (de sus formas, texturas y sudores) totalmente
innovadora. Cada actor dirigido por ella adquiere una personalidad única. Cada
película de Lucrecia Martel es una experiencia potente, mágica y difícil de
digerir. Un rico imaginario visual y sonoro que engolosina y satura a la vez. Se
trata de historias de suspenso con toques del género de horror, ambientadas
siempre en la provincia de Salta, de donde ella es originaria.
La trama de La mujer
sin cabeza puede ser un poco básica o banal y no radica en ella el mérito de la
película, sino en el mundo que representa la directora: la situación en que se
encuentra Verónica, el personaje central, y cómo su confusión y la de los demás
se traducen en un lenguaje cinematográfico inquietante y psicológicamente
opresivo. “No quería dar una respuesta absoluta sobre el estado del personaje,
de qué era lo que le pasaba a ella, me pareció que la película entera tenía que
ser como su estado”, ha explicado Martel en una entrevista.
No quisiera terminar
esta entrada sin referirme a la presencia de los personajes populares, que
están también en las demás películas de la directora. Su sola existencia como seres
sin una mayor profundidad, totalmente intercambiables, es una denuncia al
clasismo presente en Salta, y por extrapolación en Argentina y en América
Latina en general. Los “negros” son muchos, son la mayoría de hecho, están
siempre presentes e incluso establecen relaciones con los protagonistas
(generalmente de servidumbre). Pero son "ninguneados" y su partida o
desaparición no afecta de manera determinante el estado de las cosas, aunque
haya una muerte de por medio. Porque el valor de la vida suele depender de la
clase social a la que se pertenezca.
Si bien no está a la
altura de “la Ciénaga”, vale la pena revisarla.
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