lunes, 19 de septiembre de 2011

“El verano de Goliat”: un ensayo audio-visual


El título de esta película suena a invitación, una suerte de llamado a descubrir las aventuras veraniegas de un personaje con un nombre singular. El verano de Goliat, se trata ante todo de una película peculiar, intimista pero denunciadora, pausada y a la vez intensa. Promete algo, pero no cesa de cambiar de rumbo. Hay escenas que se nos presentan como documentales, pero de las cuales finalmente no tenemos la certeza que lo sean, hay otras en que pasamos de lleno a la ficción, y algunos espacios inclasificables, experimentales, en que toma protagonismo el ritmo y la textura visual de la imagen por sobre cualquier acción que se desarrolle en ella. En este sentido, me parece que este es uno de los filmes que mejor podrían ejemplificar las teorías que aspiran derribar las clasificaciones de ficción y no ficción en el cine. Esta película podría caber en una categoría más amplia, menos narrativa y más poética, algo así como un “ensayo audio-visual”. El mismo director ha explicado en una entrevista que no tiene ningún problema ético (con la mezcla de códigos del documental y la ficción), que no cree en la total objetividad del documental, porque a fin de cuentas estas realidades están insertas en un mundo de ficción, incluso cuando los personajes cuentan cosas que son verdaderas.
Es una historia coral, que no profundiza en la evolución dramática de los personajes, sino que más bien nos sitúa en un momento concreto de sus vidas, trayendo a colación el pasado que los ha marcado y sin dejar muchas puertas abiertas para su futuro. Goliat (Oscar Saavedra) es uno de ellos, un niño del que se dice que mató a su novia. Teresa (Teresa Sánchez) es la otra protagonista, una mujer de unos cincuenta años que está viviendo el duelo de la partida de su marido quien la ha dejado por otra, y finalmente Gabino, el hijo de Teresa, que está siguiendo una formación militar. Toda la historia se sitúa en un pequeño pueblo rural mexicano.
La película habla sobre todo del abandono y aunque la precariedad económica también va a ser un tema presente lo que nos conmueve finalmente es la fragilidad emocional de estos personajes, que se encuentran viviendo un estado de gran soledad. A esta sensación psicológica se le suma una amenaza constante: Se habla de la violencia y de la muerte como algo aceptado, habitual, socialmente instaurado, como una característica sintomática de un momento de la historia de un pueblo, pero también de una sociedad y de un país
El verano de Goliat evoca por momentos a La Ciénaga (2001), de la argentina Lucrecia Martel: personajes solitarios y desesperanzados en un universo adverso y amenazante, como reflejo de un momento histórico-político complicado en sus respectivos países.
Gran hallazgo ……

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