El título de esta película suena a invitación, una suerte de llamado a
descubrir las aventuras veraniegas de un personaje con un nombre singular. El
verano de Goliat, se trata ante todo de una película peculiar, intimista pero
denunciadora, pausada y a la vez intensa. Promete algo, pero no cesa de cambiar
de rumbo. Hay escenas que se nos presentan como documentales, pero de las
cuales finalmente no tenemos la certeza que lo sean, hay otras en que pasamos
de lleno a la ficción, y algunos espacios inclasificables, experimentales, en
que toma protagonismo el ritmo y la textura visual de la imagen por sobre
cualquier acción que se desarrolle en ella. En este sentido, me parece que este
es uno de los filmes que mejor podrían ejemplificar las teorías que aspiran
derribar las clasificaciones de ficción y no ficción en el cine. Esta película
podría caber en una categoría más amplia, menos narrativa y más poética, algo
así como un “ensayo audio-visual”. El mismo director ha explicado en una
entrevista que no tiene ningún problema ético (con la mezcla de códigos del
documental y la ficción), que no cree en la total objetividad del documental,
porque a fin de cuentas estas realidades están insertas en un mundo de ficción,
incluso cuando los personajes cuentan cosas que son verdaderas.
Es una historia coral, que no profundiza en la evolución dramática de
los personajes, sino que más bien nos sitúa en un momento concreto de sus
vidas, trayendo a colación el pasado que los ha marcado y sin dejar muchas
puertas abiertas para su futuro. Goliat (Oscar Saavedra) es uno de ellos, un
niño del que se dice que mató a su novia. Teresa (Teresa Sánchez) es la otra protagonista,
una mujer de unos cincuenta años que está viviendo el duelo de la partida de su
marido quien la ha dejado por otra, y finalmente Gabino, el hijo de Teresa, que
está siguiendo una formación militar. Toda la historia se sitúa en un pequeño
pueblo rural mexicano.
La película habla sobre todo del abandono y aunque la precariedad
económica también va a ser un tema presente lo que nos conmueve finalmente es
la fragilidad emocional de estos personajes, que se encuentran viviendo un estado
de gran soledad. A esta sensación psicológica se le suma una amenaza constante:
Se habla de la violencia y de la muerte como algo aceptado, habitual, socialmente
instaurado, como una característica sintomática de un momento de la historia de
un pueblo, pero también de una sociedad y de un país
El verano de Goliat evoca por momentos a La Ciénaga (2001), de
la argentina Lucrecia Martel: personajes solitarios y desesperanzados en un
universo adverso y amenazante, como reflejo de un momento histórico-político
complicado en sus respectivos países.
Gran hallazgo ……
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