sábado, 12 de noviembre de 2011

Los hombres que no amaban a las mujeres


Lisbeth es una chica con aspecto de chico, llena de sombras, de breves palabras y nula sonrisa, con piercings y tatuajes por todos lados y una hacker de primer nivel. A sus 24 años, tiene tutor que le regula su dinero, tras su salida de una institución siquiátrica.
Ella, por decisión propia, se cruzará en la vida de Mikael Blomkivst, un periodista de investigación que ha sido condenado a tres meses de cárcel por difamación. Mientras espera el cumplimiento de la sentencia en Estocolmo, recibe un llamado de un millonario. Se trata del patriarca de la familia Vanger, que vive en una apartada isla. El anciano lo contrata para investigar la misteriosa desaparición, hace cuarenta años, de su sobrina regalona, Harriet, una hermosa adolescente de 16 años.
Blomkivst dispone de medio año, antes de cumplir su condena, para realizar el encargo. Mikael comienza a revisar archivos y fotografías, pero no es hasta que se le cruza Lisbeth hackeando su disco duro que no comienza el avance en la retorcida y sórdida historia que hay detrás de la desaparición y de una serie de horribles crímenes de mujeres.
Esta cinta tiene todos los méritos de una trama policial convencional es relativamente sencilla de seguir, los cabos se atan hasta con epílogo, pero también lo mejor de la tradición del cine negro, aparte de una excelente fotografía  y con escenas muy crudas a lo largo de las más de 2 horas que dura esta cinta.
Para comenzar, una antiheroína maltratada pero no víctima, estoica pero no resignada, una vaquera que se ha tomado la justicia por sus propias manos desde muy pequeña y que no tiene más ley que la de la autodefensa a todos los niveles posibles. Al lado de Lisbeth, se desdibuja la apariencia ruda y algo escéptica del periodista, que termina sucumbiendo al inquietante misterio que rodea a su compañera de trabajo.
Gracias a Lisbeth, la investigación avanza hacia senderos peligrosos y en la huella exacta.
El curioso nombre de la película y la novela  simplemente alude a un asesino serial que elige como víctimas a mujeres (esa es la parte convencional), pero está lejos de ser un panegírico feminista del tipo los hombres son los malos.
Sí hay una mirada a las mujeres dañadas a causa de la brutalidad masculina y su indefensión frente a esa “superioridad”. Mujeres que les dicen a sus hijas: “Debí elegir un mejor padre para ti”.
“Los hombres...” tiene escenas de mucha crudeza, que son tan perfectamente coherentes con el frío, duro y desolador entorno, que ni siquiera marcan lo fundamental del relato. Están allí, a la vista del espectador, porque así es esta historia: oscura y nada amable. Sin compasión. “Como todos, pudo elegir lo que quería ser”, sentencia Lisbeth sobre el criminal.
Fascinante de seguir; imposible de quitar los ojos de ahí.
 

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