miércoles, 26 de octubre de 2011

Los abrazos rotos

En “Los abrazos rotos”, Pedro Almodóvar se vuelca al melodrama en estado puro, aquel que ha servido de inspiración a lo más clásico del género telenovelero latino.
A través de racontos, esta cinta reconstruye la historia de Mateo Blanco (Lluís Homar),  un guionista ciego que alguna vez fue director de cine. Judit, su directora de producción, siempre ha estado a su lado y sigue siendo su gran apoyo. Ella (una masoquista de vocación) es de ese tipo de mujeres que, a fuerza de oportunas lealtades, sabe cómo adueñarse de un hombre y quedárselo para sí, aunque eso implique usar en su beneficio la desgracia de aquél.
Cuando éste se enamora apasionadamente de Lena (Penélope Cruz), una chica que convive con un poco atractivo millonario los problemas y desencantos estarán a la orden del día. El engañado se ha encargado de vigilar a los amantes incautos, mientras éstos filman un largometraje que tiene a Lena de protagonista.

Harry Caine, seudónimo de Mateo para sobrevivir, Harry-Mateo ha tomado dosis masivas de “erosión de memoria y disfruta de sexo ocasional con desconocidas. El accidente que sufre Diego, el hijo adolescente de Judit, a quien conoce desde pequeño, lo pone en situación de abrirse a sus dolorosos recuerdos, lo que es reforzado por la aparición de un oscuro sujeto que dice tener material filmado para un documental de un empresario que acaba de fallecer.
Amores perros, amores tormentosos, amores traicioneros... Pura fatalidad...
Sin embargo, esta es una historia que tiene una enorme fe en el poder de sanación de las verdades reveladas (o en los milagros).
Para  lucir su sello almodovariano, nos muestra una de sus  señas, cuando los amantes están en una cabaña de Famara ven por TV una película de Rossellini (“Te querré siempre”, en traducción española). Como en casi todas las películas de Almodóvar, aquí también hay mucha presencia y referencia cinéfila (desde “Sabrina” y “Desayuno en Tiffany” a “Blade Runner”, pasando por Fritz Lang y un largo etc.). Sin considerar que lo que convoca a estos seres es precisamente el rodaje de un filme.  
No es lo único: Almodóvar juega con los planos de realidad, en película sobre película, lo que ocurre en el set, lo que se filma, lo que pasa fuera de él y lo que se está grabando sin que se enteren los protagonistas. Este juego de verdades y planos cruzados y superpuestos, con distintas pantallas que parecen mostrar las bambalinas y el corazón de hacer cine, es lo que hace más inquietante a la película, como una nueva manera de deconstruir la realidad, la que ciertamente tiene resultados insospechados.
Sólo al final del día nuestro protagonista se entera de cómo es que han sido sus serviciales y leales amigos quienes han manejado su destino. Harry-Mateo que ha perdido a la mujer de su vida es un hombre ciego que, para mayor tragedia, alguna vez vio el sol.
 “Yo voy por el mundo a tientas desde que te he conocído”, canta la música final, de esta forma “Los abrazos rotos” aparenta ser la película más convencional de Pedro Almodóvar. Sus personajes son más pueriles que estrambóticos y el amor imposible es tan corriente como aquello de chica pobre casada con millonario viejo y feo se enamora de un pintoso director de cine pobre. Pero, de a poco, los personajes se van desdoblando.

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