Juliette
(una soberbia Kristin Scott Thomas, “El paciente inglés”) espera sola y
silenciosa en el aeropuerto de Nancy. Sus ojos tienen tantas sombras que
translucen un cansancio profundo, ese de la derrota vital.
Léa
llega corriendo a recogerla y la instala en su casa, donde vive con su marido
Luc que no está nada conforme con la llegada de la huésped, sus dos hijas
pequeñas y su suegro.
La
recién llegada es lacónica, lo que intriga a la mayor de las sobrinas, dos
niñas vietnamitas adoptadas.
En
dosis sobrias, como todo en esta película triste, preciosa y profunda con un
gran final nos va develando la relación entre estas dos hermanas, con muchos
años de diferencia y qué es aquello que las ha distanciado durante 15 años. Sus
lazos, aparentemente rotos y hasta boicoteados (el padre ha interceptado las
cartas de Léa a Juliette), sobreviven a la borrasca y se despliegan hasta
conjurar los demonios que ha albergado Juliette por años. Nada es fácil, por
cierto. Los secretos guardados funcionan como corrosivos (“a veces es mejor no
saber nada”). De hecho, en su búsqueda de trabajo, la mujer se encontrará con
la hostilidad que provoca su pasado.
Un dato a tener en
cuenta es el
nombre de la película que remite a una canción que las hermanas cantaban y
tocaban en el piano a cuatro manos, una suerte de puerta hacia el reencuentro.
Gran
parte de la seducción de este pequeño gran filme descansa sobre el magnífico y
dosificado desempeño actoral de Kristin Scott Thomas. Con la cámara siempre
encima, la actriz despliega un registro amplio, que va desde los gestos
mínimos, casi imperceptibles, hasta el drama que aflora finalmente; y lo hace
desde lo más profundo de sí misma.
Ahora
sólo cabe preguntar: ¿Existirá el amor infinito (la pasión
inextinguible)? Philippe Claudel, director y guionista,
apuesta a que sí (al menos en lo que respecta al amor fraternal), que el daño
se conjura con cariño.Tal como lo difundía nuestra gran Violeta Parra en “Volver a los 17”,
ese que se puede volver a vivir después de muerto.
Un
gran drama puertas adentro o mejor dicho…. corazón adentro, que hace recordar
los ámbientes fílmicos de Ingmar Bergman.
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