martes, 25 de octubre de 2011

Hace mucho que te quiero


 
Juliette (una soberbia Kristin Scott Thomas, “El paciente inglés”) espera sola y silenciosa en el aeropuerto de Nancy. Sus ojos tienen tantas sombras que translucen un cansancio profundo, ese de la derrota vital.
Léa llega corriendo a recogerla y la instala en su casa, donde vive con su marido Luc que no está nada conforme con la llegada de la huésped, sus dos hijas pequeñas y su suegro.
La recién llegada es lacónica, lo que intriga a la mayor de las sobrinas, dos niñas vietnamitas adoptadas.
En dosis sobrias, como todo en esta película triste, preciosa y profunda con un gran final nos va develando la relación entre estas dos hermanas, con muchos años de diferencia y qué es aquello que las ha distanciado durante 15 años. Sus lazos, aparentemente rotos y hasta boicoteados (el padre ha interceptado las cartas de Léa a Juliette), sobreviven a la borrasca y se despliegan hasta conjurar los demonios que ha albergado Juliette por años. Nada es fácil, por cierto. Los secretos guardados funcionan como corrosivos (“a veces es mejor no saber nada”). De hecho, en su búsqueda de trabajo, la mujer se encontrará con la hostilidad que provoca su pasado.
Un dato a tener en cuenta es el nombre de la película que remite a una canción que las hermanas cantaban y tocaban en el piano a cuatro manos, una suerte de puerta hacia el reencuentro.
Gran parte de la seducción de este pequeño gran filme descansa sobre el magnífico y dosificado desempeño actoral de Kristin Scott Thomas. Con la cámara siempre encima, la actriz despliega un registro amplio, que va desde los gestos mínimos, casi imperceptibles, hasta el drama que aflora finalmente; y lo hace desde lo más profundo de sí misma. 
Ahora sólo cabe preguntar: ¿Existirá el amor infinito (la pasión inextinguible)?   Philippe Claudel, director y guionista, apuesta a que sí (al menos en lo que respecta al amor fraternal), que el daño se conjura con cariño.Tal como lo difundía nuestra gran Violeta Parra  en “Volver a los 17”, ese que se puede volver a vivir después de muerto.

Un gran drama puertas adentro o mejor dicho…. corazón adentro, que hace recordar los ámbientes fílmicos de  Ingmar Bergman.

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